miércoles, 18 de julio de 2012

Sueños que se cumplen.

Una tarde como otra cualquiera, aunque para ella no, era una tarde especial. Pasaban las horas y estaba cada vez más nerviosa, se arrepentía de vez en cuando por si lo que iba a hacer no era lo correcto. Llegó la hora, salió a la calle y se dirigió hacia su casa. Allí estaba ella, sentada en aquel banco, tímida, con los nervios a flor de piel, nerviosa, con ganas de salir huyendo y a la vez con ganas de quedarse. Entonces lo vio aparecer, le dio dos besos y se sentó a su lado. En ese momento era la persona más feliz del mundo. Miradas, abrazos, risas, era todo lo que podía pedir. Estaba a su lado, no necesitaba nada más, ni a nadie más.

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