sábado, 3 de diciembre de 2011

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Allí estaba ella, sentada en ese banco de todos los días, a la misma hora esperando impaciente, con el sol poniéndose. Miraba y miraba el reloj, una y otra vez , mientras escuchaba avanzar el tic-tac. Las 7 menos cuarto, menos diez, menos cinco.
Cuando de repente miró y lo vio con su pelo despeinado, su camisa de cuadros, sus pantalones vaqueros y sus deportivas, su sonrisa, esa sonrisa que le encantaba mirar. Al verlo empezó a sonreír y sentía dentro un cosquilleo que no podía explicar, un cosquilleo que seguía ahí desde que lo vio por primera vez, un cosquilleo que no se iba, y se sonrojaba, si, se sonrojaba y no sabía por qué.Él iba solo como de costumbre , pero no sabía que ella estaba allí, no solo ese día, sino todos y cada uno de los días que él hacía el mismo camino para irse a su casa. Él no sabía que ella existía pero, estaba decidida a un día dar ese paso y atreverse a presentarse, y quizás por que no, podría comenzar algo entre los dos.

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